martes, 22 de septiembre de 2009

EL TRISTE FINAL DE ELEGANTE CABALLERO

M.M. siempre se caracterizó por su fino vestir, por los aromas de lociones costosas y por su cortesía en el hablar. Impecablemente vestido logró asombrar hasta a sus propios carnales. Las ropas usadas por este personaje siempre provinieron de casas de mucho reconocimiento, las corbatas de fina elaboración le rodearon el cuello y mancornas muy elegantes completaron su atuendo diario. Trabajó en el mejor establecimiento de artes gráficas de la ciudad, su entrega, responsabilidad y dedicación lo hicieron ascender hasta alcanzar el reconocimiento de sus patronos. Buenos dividendos le generaron sus conocimientos, invitaciones costosas aparecieron y logró ser reconocido por su prestancia, garbo y responsabilidad en toda la ciudad. Él se “codeo” con las más altas esferas de una sociedad excluyente, compartió muchos manjares con seres dotados de muchos apellidos y se regocijó con las ganancias que obtenía producto de su labores en la empresa editorial en la que prestaba sus servicios.

M.M. jugó con la vida, transitó por caminos vedados y se entregó a satisfacer sus instintos primarios. El orden en su vida fue muy cuestionado, el señalamiento social fue implacable y el despido de la empresa fue un hecho. Un dictamen médico acabó con los pocos amigos que aún le quedaban. El miedo, el asco y el aislamiento lo hicieron arrodillar pidiendo clemencia pero nadie se compadeció de él. Familiares, amigos y los “miembros” de un grupo de oración lo rechazaron por sus incontinencias orgánicas. Unos le retiraron el apoyo, otros lo señalaron y los demás no soportaron su presencia. Derruido pidió apoyo, grito a los cuatro vientos clemencia y muy pocas manos se extendieron para ayudarle. Prejuicios sociales lo obligaron a habitar en las calles, a ingerir desperdicios de otros y a vestir harapos malolientes. Los habitantes de la noches fueron los únicos que soportaron su presencia, que no se inmutaron ante su “condena” y a quienes no les importaron sus desazones.

M.M. murió después de sufrir dolores muy grandes: la discriminación, el aislamiento y el desprecio por parte de una sociedad excluyente y despiadada. Él fue víctima más de una sociedad amnésica e indolente. Los últimos días, de este ser humano, fueron muy tortuosos y en un hospital comunitario dejó de respirar.
Hoy se escuchan muchos lamentos, frases amables de las que se lleva el viento son pronunciadas y justificaciones de las que limpian muchas conciencias son esgrimidas. Pero ya es demasiado tarde, el personaje que tanto los incomodaba ya no existe…